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Introducción a la Media Luna

 

 

Un capítulo de suma importancia en la Visión Mítica es el estudio de la cantidad de seres que nos constituyen. Nos referimos al tema cuando hablamos de las personalidades y el efecto sinfónico y coral de nuestra conciencia. Ahora describiremos un buen número de realidades paralelas donde actúan otras tantas unidades identitarias, réplicas de nosotros mismos o de las personas que tratamos y a la que llamaremos Luna. La misma se encuentra adyacente al cuerpo y la representamos como una esfera que se divide a su vez en una zona oscura, donde impera el vacío. El resto es un cuarto iluminado, como en el satélite de la tierra, siempre en creciente o menguante. Es esta zona de luz a la que podemos acceder y donde se insertan y desarrollan las personalidades citadas. 

Las versiones de nosotros o de quienes tratemos ubicados en la media luna no están en el pasado ni en el futuro; son entidades simultáneas a nosotros. Cada uno de estos seres medialunáticos ha creado su propio ambiente y vive en él. Siguiendo una progresión, sus primeras manifestaciones, es decir las ubicadas al inicio, son de sufrimiento; por lo general una expresión acrecentada de la dolencia que se presenta en la realidad actual. Este sufrimiento disminuye a medida que se acerca al centro, es decir la fracción de realidad que nos corresponde a nosotros o a la persona que tratamos.  En nuestra postura central, el sufrimiento y el gozo tienden al equilibrio. De este modo hay una tendencia dinámica a avanzar hacia mejores posiciones, donde el placer aumentaría y desde las unidades identitarias que ocupan esos lugares más privilegiados, un volcarse hacia las otras para colaborar en su avance. 

 

Recapitulando: poniéndonos de frente a la figura,   el extremo izquierdo de la media luna es el sitio de mayor sufrimiento. Avanzando a la derecha, hay una progresión a estados de mayor bienestar hasta llegar al centro y luego al extremo opuesto.   En los vértices de la medialuna es donde se produce la transición con el vacío que representa el resto de la esfera.  

 

El mundo intermedio que ocupamos se encuentra en la parte más gruesa de la media luna. Supongamos que recibimos una noticia trágica: retrocederemos de pronto hacia los estados menos avanzados. Por el contrario, un evento jubiloso nos llevará a los sectores más beatíficos.   La tendencia es siempre evitar que nos afecte el vaivén de lo fasto y lo nefasto.  Ambos no se refieren al bien o al mal, sino a algo similar a la distinción entre Eros y Tánatos, que explicara Freud, donde el instinto de muerte cumple un papel que en ocasiones resulta necesario, mientras que la vida tiende a afirmarse y a crecer. En la descripción que hiciéramos de la mente, esta dualidad estaría representada por los tres botones oscuros de la personalidad, cuyas prolongaciones debemos controlar para que no turben el psiquismo. Estos tres principios son necesarios, no se pueden extirpar y acompañan a las otras personalidades que nos constituyen. Si hay un crecimiento desmedido de emociones como temor, ira, fuerte ansiedad, un trozo de la mente se desgaja hacia posiciones anteriores. Cuando se corrige el problema, limpiando la zona, y rellenándola con poder propio del sujeto, este fragmento de realidad puede regresar por sí mismo o quedarse en una posición anterior hasta ser rescatado.  

Una aclaración: extremos derecho e izquierdo tampoco implican una calificación positiva o peyorativo. Se trata de una ubicación espacial que surge de colocarnos de frente a la media luna: a la izquierda quedará el inicio y a la derecha el extremo final. Repetimos: los extremos se refieren a sitios que comunican con espacios fuera de la forma, el vacío que constituye la luna restante y que no podemos ver ni percibir de ninguna forma

Por la dinámica incesante de la media luna, nuestra mente se fragmenta en forma casi constante, recorriendo todos los mundos que la componen. Periódicamente es necesario examinar el área, tomando los trozos esparcidos para integrarlos al cuerpo central. Acompañar la dinámica de la media luna, lograr una adecuación constante en la que se alternen en forma incesante la armonía y la destrucción, el todo y el vacío, la belleza y su destrucción, es el objetivo que procuramos.  

 

La luna como cosmovisión.

Volviendo a la luna y a la media luna: el mundo de la percepción ordinaria, con sus objetos, procesos, seres y diversos elementos, es producto de una cosmovisión tal como la estamos explicando. Los primeros hombres se enfrentaron a una pelea de perros de carácter cósmico. Con el esfuerzo y la colaboración de los elementos, se fue armando el entorno: otros seres, objetos, paisaje... quizá no como los conocemos hoy, sino en planos adosados donde simultáneamente se mostraba la percepción ordinaria y la realidad mítica y todos eran capaces de acceder a esta comprensión. Por un proceso de olvido, de restricción de la realidad, vinculada a una preeminencia de las cuestiones prácticas en las vidas de los seres humanos, fue tomando prioridad la realidad ordinaria. La realidad mítica sólo se obtuvo por las plantas enteógenas, hongos, frutos y otras que ayudaban a comprender los múltiples aspectos del entorno.

Lo mismo ocurrió con los planetas y la luna. Este astro registra una enorme importancia en la visión mítica, por su carácter simbólico, por su participación en la recuperación del poder y las actividades terapéuticas. Podría decirse que la luna, tanto la que pueden acceder las misiones tripuladas como la que se observa desde la tierra y a la que se brinda un nutrido y complejo simbolismo, es una importante cosmovisión: el esfuerzo conjunto humano y de ese elemento poderoso para lograr un esquema que permita su comprensión: un disco luminoso flotando en el cielo. A partir de allí esta cosmovisión fue cambiando en las diferentes culturas, en la medida en que la luna era protagonista de los diferentes mitos. Cabe señalar que las numerosas leyendas que atraviesan la cultura mundial acerca de la luna apuntan a observaciones desde la visión mítica, mientras que los estudios astronómicos de la luna consisten en una ampliación de la visión ordinaria.

Cuando hablamos de la media luna en la que se inscriben las personalidades consideradas como señales de nuestro avance desde y hacia dimensiones fuera de la forma, se observa una de las aplicaciones de la cosmovisión luna, es decir aquella imagen, esa forma, ese esquema visual con que ese elemento vivo y sumamente poderoso que gravitaba en el cielo terminara presentándose a los hombres. La media luna que consideramos aquí es una de sus interpretaciones: la franja semicircular apunta a un completo círculo cuyo mayor porcentaje no podemos percibir. En otras palabras: a esa media luna brillante que se encuentra en las cercanías de nuestro ser mítico, la parte visible corresponde a la cosmovisión, es decir aquella zona que podemos percibir y comprender. La parte oculta que sería hablando en porcentajes el 70 % restante, permanece sumida en la pelea de perros, o en el vacío que no solo no se percibe, sino que no se puede definir en absoluto. La media luna a la que hacemos alusión se encuentra en la parte inferior de la esfera. En su área superior la pelea de perros se interrumpe, ya que podemos percibir otra medialuna que no está iluminada y de la cual se muestra la silueta apenas sugerida. Es una versión opuesta y simétrica de la medialuna inferior, donde se dan los mismos eventos, los mismos personajes pero invertidos.

Cabe señalar que el vacío que queda en el centro, no sólo se produce en la media luna. Toda la visión mítica está atravesada por peleas de perros, es decir por áreas donde la cosmovisión termina y no hay forma de acceder a ellas con los medios convencionales. Y es en ese vacío donde se resuelven las cuestiones básicas de salud y poder para quienes operamos dentro de la visión mítica

 

Los extremos de la media luna

 

En los extremos de la media luna se diluye la forma. Situados frente a ella, conviene recorrerla desde la izquierda a la derecha. En el extremo izquierdo se vislumbra el primer desarrollo sin forma. Cuando nombro la palabra forma me refiero a lahumana. En el primer estadio de la medialuna, la vida toma aspectos de barro hirviente, de un viento extraño o de un líquido amargo. Ot ras veces adopta la forma de semillas extrañas que se plantan para que con el tiempo crezca la forma humana. Cuando esta sobreviene, cuando cualquiera de esas primeras protoformas adopta el perímetro de un cuerpo como el nuestro en la realidad ordinaria, pasa a una segunda etapa.

Hay algunos puntos que debo señalar en esta primera fase. Se trata de seres que no han llegado a la forma, por lo que casi siempre no es posible observarlos ni percibirlos de modo directo, sino a través del entorno que sirve de elemento vital. Me refería al barro hirviente, a un cierto tipo de viento. Estos elementos no son propiamente hablando los seres que pueblan esta primera manifestación de la media luna. Se trata de los entornos que sirven para respirar o para alimentarse. Los seres que habitan en los vértices de la media luna pueden inferirse, deducirse por sus entornos, hasta el punto de ver su ubicación exacta por la huella sutil que van dejando en el medio. En esencia están sumergidos en lo que llamamos más arriba pelea de perros.

En general tenemos acceso antes que nada a esta primera expresión primaria de nuestro ser con estas condiciones. Podemos y debemos modificar todas las situaciones y en cuanto a esta primera aproximación, hay dos alternativas: teóricamente existe la posibilidad de permitir un desarrollo no humano de la primera expresión no formal de nosotros mismos. Existen sustancias, elementos que podrían volcarse para lograr este resultado. De hacerlo, este mundo dejaría en cierto momento de formar parte de la media luna, se desgajaría de la misma y se manifestaría en otro medio.

 

GOCHO VERSOLARI 

 

Introducción a la Media Luna
16/04/2024
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