Detalles de una gota de entresueño
He llegado a un mundo
que carece de noche:
sólo un leve crepúsculo
y el sol
que retorna cargado de tigres, de hortensias
y de monstruos.
Veo a lo lejos
los gruesos verdores de los bosques,
las alas que han crecido
en espaldas de arroyos y de ríos.
Veo selvas enormes; las plantas
desprenden brotes de harmalina:
leves insectos que vuelan hasta mí,
y se me ofrecen como pequeñas féminas.
En mi ladera;
en mi acurrucarme
hasta ser uno con la cueva que me habita,
se me revelan los misterios de las rocas,
lo rojos anhelos de la fronda; insectos mínimos
sueñan con la noche que nunca conocieron
A cada instante me pregunto
¿qué debo hacer? Yo, único habitante,
¿cómo recorreré los meandros de este mundo?;
¿qué debo transformar en las forestas?
Quizá inserte armonía
en los rugidos de los tigres; quizá
coloque alas a las flores,
silencios a la muerte
y enseñe canto a miasmas y pantanos.
A veces te imagino
bajando descalza por las nubes,
pero no llegarás.
La soledad es la condición inevitable.
Sé que tus huellas
no imprimirán la arena de las cumbres,
la nieve negra que cubre prados y llanuras
al otro lado del planeta.
Y el sol constante
- sed cuadrada del cielo -
me persigue, se mete en mi entrepierna
y sólo lo conjuro acurrucándome
al fondo de esta cueva. En la leve sombra
recorro las estribaciones del mundo,
percibo sus dolores, sus pequeños partos,
sus fiebres y sus muertes.
Es en el entresueño cuando llegas:
la voz descalza de mí mismo
atraviesa majadas,
grupos extraviados
de delirantes aves,
cuadriformes fetos de hipopótamos,
dragones somnolientos
y miasmas, arañas y gigantescos grillos
que sostienen el mundo.
Es en el entresueño cuando llegas
buscando mi boca
para que muerda lenta tu entrecejo.
Si extendiera la mano,
tu suavidad se iría. Tan sólo tantearía
el tosco bruñido de las piedras,
el rezongar rabioso de la tarde,
el ajustado estremecerse
de los soles.
Solo en el entresueño observo las ajorcas
que cierran tus tobillos. Allí está la clave:
pies, piernas; tu desnudez,
tu cuerpo azul,
flameante,
desbocado,
recorriendo la brisa,
buscando refugios en la fronda.
Salgo del entresueño. No te llama mi piel.
No son mis manos.
No es el enjambre rojo
que ha hecho nido en mi hígado.
El mundo que me rodea te reclama.
Eres el néctar,
la medicina tibia,
la lágrima de júbilo,
el final del destierro.
Cuando llegues descalza
la tierra beberá de tus plantas,
se abrirán los ojos de las rocas,
resonarán los himnos
y el colosal jubileo de la aurora
vomitará recién nacidos
sobre buitres de lágrimas,
sobre vidas y muertes,
sobre caos y panes
que alguien amasará, levará
y horneará
en el sollozo ardiente y desatado
del crepúsculo.
De OBRA POÉTICA DE GOCHO VERSOLARI - Blog de poemas
GOCHO VERSOLARI